martes, 21 de abril de 2009

Multilingüismo (3)

"¿Qué ocurre a continuación, por el amor de Dios? Debí de estar temblando de pura frustración, temblando. ¡Ah!, exclamó papá; había una laguna en la traducción de Voss, como en todas las traducciones disponibles. A decir verdad, lo que estaba sobre la mesa era el texto original de Homero en griego, junto a un diccionario y una gramática elemental. ¿Y si intentábamos descifrar el candente pasaje nosotros mismos? El texto griego, añadió mi padre, no era difícil. Tal vez lográramos comprender la respuesta de Aquiles. Y, cogiéndome un dedo, lo colocó sobre las siguientes palabras griegas:

¡Insensato! No me hables de rescate ni me lo menciones.
Antes que el día fatal alcanzara a Patroclo,
grato de algún modo era para mi alma perdonar la
vida a los troyanos, y a muchos apresé vivos y vendí.
Pero ahora no ha de escapar de la muerte ninguno de todos
los troyanos que la divinidad arroje en mis manos ante Ilio,
y, sobre todo, ninguno de los hijos de Príamo.

Por esa razón, amigo, vas a morir. ¿Por qué te lamentas así?
También Patroclo ha muerto, y eso que era mucho mejor que tú.
¿No ves cómo soy yo también de bello y de alto?

Soy de padre noble, y la madre que me alumbró es una diosa.
Mas también sobre mí penden la muerte y el imperioso destino,
y llegará la aurora, el crepúsculo o el mediodía
en que alguien me arrebate la vida en la marcial pelea,
acertando con una lanza o una flecha, que surge de la cuerda.

Tras lo cual, Aquiles sacrifica a Licaón, hincado de rodillas.
Mi padre leyó el texto griego varias veces seguidas. Me hizo repetir las sílabas con él. Abrió el diccionario y la gramática. Como el dibujo de un mosaico de vivos colores oculto bajo la arena sobre el que se vierte agua, las palabras, las frases cobraron forma y significado para mí. Palabra tras palabra declamada, verso tras verso. Recuerdo nítidamente el asombro que en mi agitada y difícilmente madura conciencia infantil produjo la palabra amigo, en mitad de la frase mortal: «Por esa razón, amigo, vas a morir». Y la monstruosidad, en la medida en que era capaz de calibrarla, de la pregunta: «¿Por qué te lamentas así?» Muy despacio, prestándome su valiosa pluma Waterman, mi padre me permitió trazar algunos de los caracteres y los acentos griegos.
Y aguijoneando aún más mi curiosidad (aún habría de pasar algún tiempo hasta que descubrí que las traducciones de Homero no omitían los pasajes más emocionantes), como quien no quiere la cosa, mi padre me hizo una nueva proposición: « ¿Qué tal si aprendemos de memoria algunos versos de este episodio?». Para que la serena crueldad del mensaje de Aquiles, para que su dulce terror no nos abandonase jamás. ¿Quién iba a decirme, además, lo que encontraría sobre mi mesilla de noche al entrar a mi habitación? Salí disparado como una flecha, y allí estaba mi primer Homero. Puede que el resto no haya sido más que una apostilla a aquel momento."

George Steiner, Errata. El examen de una vida, Siruela, 1997, página 27

lunes, 20 de abril de 2009

Multilingüismo (2)

"La confirmación llegó una noche de invierno, poco antes de mi sexto cumpleaños. Mi padre me había contado a grandes rasgos la historia de la Iliada y había puesto el libro fuera de mi impaciente alcance. Ese día lo abrió ante nosotros en la traducción de Johann-Heinrich Voss, de 1793. Papá escogió el canto XXI. Enloquecido por la muerte de su adorado Patroclo, Aquiles aniquila a los troyanos, que se baten en retirada. Nada puede detener su furia homicida: uno de los hijos de Príamo se cruza en su camino. El malvado Licaón acaba de regresar de Lemnos para ayudar en la defensa de la ciudad de su padre. Poco antes, Aquiles lo había capturado y vendido como esclavo en Lemnos, poniéndolo así de forma irónica a salvo. Pero Licaón ha vuelto. Y ahora el espantado joven reconoce el ciego horror que, cual tormenta, se desata a su alrededor apoderándose de él.

...y él corrió y se abrazó a sus rodillas, agachándose. La pica pasó por encima de la espalda y quedó en tierra enhiesta, ansiosa de saciarse de su varonil carne. El otro le suplicaba, cogiéndole con una mano las rodillas, mientras con la otra sujetaba la encastrada lanza sin soltarla. Y dirigiéndose a él, le dijo estas aladas palabras: «¡A tus rodillas te imploro, Aquiles: respétame y apiádate! Para ti, criado por Zeus, soy un suplicante digno de respeto».[trad. de Emilio Crespo Güemes, Gredos, Madrid 1991].

El rastrero terror de Licaón crece por momentos:
Esta aurora es la duodécima desde que he vuelto a entrar en Ilio tras muchas penas, y ahora en tus manos me ha vuelto a poner mi maldito destino. Debo de ser objeto
del odio de Zeus padre, que de nuevo me entrega a ti. Para una vida bien breve me engendró mi madre.
Un patético sofisma final:
Otra cosa te voy a decir; y tú métela en tus mientes: no me mates, pues no he nacido del mismo vientre que Héctor, el hombre que ha matado a tu amable y esforzado compañero.

Y, en ese verso, mi padre se detuvo con aire de estudiada desesperación. "

George Steiner, Errata. El examen de una vida, Siruela, 1997, páginas 25-26

sábado, 18 de abril de 2009

Multilingüismo (1)

"Más tarde llegué a comprender la enorme inversión de esperanza contra esperanza, de atenta inventiva, que mi padre realizó en mi educación. Y ello durante años de tormento público y privado, cuando la amarga necesidad de construir un futuro para nosotros a medida que el nazismo se aproximaba lo destruyó emocional y físicamente. Todavía me asombra la cariñosa astucia de sus mecanismos. Nunca se me permitía leer un nuevo libro hasta que no hubiese escrito y sometido a la valoración de mi padre un informe detallado del libro que acababa de leer. Si no había comprendido determinado pasaje –después de que mi padre hiciese su propia interpretación y aportase sus sugerencias-, tenía que leérselo en voz alta. En ocasiones, la voz puede aclarar un texto. Si seguía sin entenderlo, me obligaba a copiar el pasaje en cuestión. Y, con ello, aquel filón acababa normalmente por entregarse.
Aunque yo apenas era consciente de aquel esquema, mis lecturas se repartían de manera equilibrada entre el francés, el inglés y el alemán. Mi formación fue absolutamente trilingüe, y el entorno, siempre políglota. Mi radiante madre empezaba una frase en una lengua y la terminaba en otra. Una vez a la semana, una diminuta escocesa venía a casa para leer a Shakespeare conmigo. Entré en aquel mundo, no sé bien por qué, por medio de Ricardo III. Hábilmente, el primer parlamento que me obligaron a aprender de memoria no fue el de Gaunt, sino la despedida de Mowbray, con su mordiente música de exilio. Un académico refugiado me dio clases de latín y griego. Olía a jabón blando y a tristeza.
Yo no era capaz de concebir, y mucho menos de articular, el propósito que animaba el plan de mi padre. Aceptaba, con ánimo incondicional, la idea de que el estudio y el ansia de conocimiento eran los más naturales y definidos ideales. Conscientemente o no, aquel hombre irónico y escéptico había creado para su hijo un Talmud laico. Debía aprender a leer, a interiorizar la palabra y el comentario en la esperanza, por remota que fuese, de que un día tal vez sería capaz de proyectar sobre ese comentario, de añadir a la supervivencia del texto, un nuevo rayo de luz. Mi infancia se convirtió en un festival de exigencias."

George Steiner, Errata. El examen de una vida, Siruela, 1997, páginas 25-26

jueves, 16 de abril de 2009

Conocimientos elementales

En el debate público sobre la exigencia de ciertos conocimientos de catalán para los empleados de la sanidad pública se utiliza habitualmente la expresión "conocimientos elementales" para valorar los que se exigirán a los futuros funcionarios. La expresión tiene una función muy clara en el discurso de defensa de esa exigencia:
si los conocimientos que se exigen son "elementales" se pueden obtener con un esfuerzo reducido; los que se nieguen a hacer ese pequeño esfuerzo son unos burros faltos de toda buena voluntad que no merecen excesivo respeto. Olvidémonos, por lo tanto, de ellos, y a construir los Países Catalanes.

Me gustaría echarle un vistazo a la magnitud del esfuerzo necesario para obtener esos "conocimientos elementales", y a valorar lo ajustado del término "elementales".
Existe una cosa llamada Common European Framework of Reference for Languages: Learning, Teaching, Assessment (CEFR) que recoge unos estándares definidos para el aprendizaje de idiomas y su evaluación. Este marco distingue seis niveles agrupados en tres escalones:

  • Niveles básicos: A1 y A2
  • Niveles intermedios: B1 y B2
  • Niveles avanzados: C1 y C2

Puesto que el inglés es el idioma extranjero estudiado más frecuentemente en España puede ser útil relacionar esos niveles con los más comunes títulos de inglés, que son los de la Universidad de Cambridge:

  • El nivel B2 corresponde al First Certificate in English
  • El nivel C1 corresponde al Certificate in Advanced English
  • El nivel C2 corresponde al Certificate of Profinciency in English

El nivel B2 es lo que se denomina "intermedio superior" (http://www.britishcouncil.org/es/spain-exams-fce.htm) y el nivel C1, "avanzado inferior" (http://www.britishcouncil.org/es/spain-exams-cae.htm). Los conocimientos de inglés que acreditan estos títulos no se califican, por lo tanto, de "elementales". Entonces, ¿por qué calificar de "elementales" al nivel B de catalán que corresponde, según la Generalitat de Catalunya, al nivel B2 del CEFR, o al nivel C de catalán que corresponde al nivel C1 del CEFR?

La magnitud del esfuerzo necesario para conseguir estos títulos es la segunda cuestión interesante. A través de la Escuela Oficial de Idiomas de Palma de Mallorca podemos valorarlo.

El estudio de idiomas -inglés, catalán, ...- en la EOI se organiza en secuencias de seis cursos anuales. Cada curso consiste en unas 130 horas de clase al año a las que se pueden añadir clases de conversación fuera del que podemos denominar horario regular. Teniendo en cuenta que además de la asistencia a clase es imprescindible añadir el trabajo personal del alumno, un curso supone unas 250 o 300 horas de trabajo anual. Para llegar al nivel B2 (http://www.eoipalma.com/index.php?option=com_content&task=view&id=171&Itemid=88) -el que corresponde al nivel B de catalán- se deben completar cinco cursos, es decir, se llega al nivel B2 con "sólo" 1.500 horas de trabajo: sin duda un esfuerzo modesto que cualquiera con un poco de buena voluntad puede hacer. El nivel C1, que no se alcanza en los cursos regulares de la EOI, supondría otros dos cursos, probablemente los de mayor dificultad, con lo que habría que añadir otras 600 horas.

Para resumir, los conocimientos que se exigen no son elementales y adquirirlos tiene un coste muy elevado para la mayoría de la gente que no venga de un medio en el que se hable habitualmente catalán o mallorquín. O incluso para personas que han estado en contacto regular con el idioma o para las que es su lengua materna. Es decir, que es esperable que funcione como una barrera de entrada muy efectiva para profesionales de regiones en la que no se hable catalán de una u otra variedad. Lo que suscita otra cuestión interesante: ¿se ha pensado precisamente con este objetivo?